carta, garabatos

Carpeta olvidada

El otro día, mientras trataba de poner algo de orden en mi correo del trabajo (que es un auténtico caos porque recibimos una cantidad ingente de mails innecesarios cada hora) me topé con una carpeta que creé hace unos años. En uno de mis alardes de originalidad, la había titulado como “personal”. Me pareció asombroso que estuviera allí, esperándome como si nada. Durante el confinamiento, uno de los técnicos borró todos los archivos de mi ordenador para reutilizarlo en otro departamento y estaba convencida de que todos los mails que en su día decidí guardar para mi yo del futuro se habían borrado. Pero mi yo del pasado, que era más lista que mi yo del presente, decidió alojar los tesoros de esa carpeta en la subcarpeta de otra carpeta que colgaba de la nube. Y esto la salvó de la quema de aquel desconsiderado.

Encontrarla fue como viajar a un pasado olvidado. Había carpetas dedicadas a las canciones que intercambiaba con mis compañeras de trabajo. Eran nuestros “descubrimientos”, así llamábamos a estos mails, y algunos de esos enlaces, como era de esperar, ya no funcionan. Otros, como este de Owen Pallett, que me pasó mi amiga Bea, o este de un tema que me gustaba tantísimo, aunque ya no me acordara, siguen operativos. Escuchar estas canciones me trasladó inmediatamente a una época que recuerdo como muy feliz, aunque sé que en realidad no me sentía del todo así. Mi madre vivía lejos, yo estaba a punto de separarme y no estaba muy a gusto en mi trabajo, pero confiaba en que esto cambiara pronto. Otra de las carpetas contenía fotos de mi abuela Concha y reportajes en los que hablaban de ella. Otra, emails de mi hermana. Cualquier email que me mandara estaba ahí. Y otra, un montón de artículos interesantes o inspiradores que encontraba por internet.

Pero donde más me entretuve fue en una carpeta llamada “Felicitaciones”. En ella guardaba los mails en los que otras personas, normalmente de fuera de la redacción, me decían que les gustaba mi trabajo. La idea no era mía, sino de Ángela, otra de mis compañeras, que confesaba que de vez en cuando echaba un vistazo a sus felicitaciones para subirse la moral. Sentí orgullo, tristeza y decepción al revisar estos correos. Como he dicho antes, no estaba del todo a gusto en mi trabajo. Sufría un poco del síndrome del impostor (aunque no le pusiera nombre), no siempre estaba de acuerdo con lo que publicaba siendo redactora y esperaba que pronto tuviera un empleo más alineado conmigo. Me importaba mucho ser íntegra y me fastidiaba aún más no serlo.

A pesar de ello, en retrospectiva creo que fue mi mejor momento profesional, en el sentido de que fue la etapa que me dio más visibilidad: me propusieron escribir un libro -algo que rechacé porque no estaba de acuerdo con el enfoque-, di algunas conferencias, incluyeron mi nombre en esas listas de mujeres con talento para comunicar, comencé un blog que me dio a conocer dentro del mundillo en el que me movía… Luego me propusieron montar la sección de vídeos de EXPANSIÓN y todo cambió. He aprendido muchísimo desde entonces, los jefes de mis jefes se han enterado de que existo… pero no era el cambio que necesitaba. O el cambio que esperaba. Y esto lo supe pronto y tarde al mismo tiempo.

Decía que sentí orgullo, tristeza y decepción al leer estos correos de felicitaciones. La decepción vino precisamente del desengaño. Porque muchos de esos emails eran de personas que desaparecieron tan pronto como mi posición les dejó de interesar. Detecté enseguida que esto estaba ocurriendo, pero lo recordé ahora, muchos años después, releyendo aquellas palabras de aliento. No escribo nada desde el rencor, considero que es un aprendizaje más de la vida. También había mails de personas que siguen estando más o menos cerca o, incluso, aquí, entre los lectores de estas cartas, como Alberto (gracias por dejarme ser tu “video queen”).

Es curioso porque en la carpeta olvidada también encontré reportajes que no recordaba haber escrito, entrevistas que no recordaba haber realizado y vídeos horribles que no recordaba haber grabado y que, para mi asombro, hoy tienen decenas de miles de visualizaciones en Youtube.

¿A ti te ha pasado alguna vez? ¿Has encontrado algo, una carpeta o cualquier objeto, que te haya redescubierto una parte de ti o de tu pasado?


La semana pasada no pude escribirte, aunque tenía pensado recomendarte una de esas series que no puedes dejar de ver aunque tengas un niña de dos años, te falten horas de sueño y no dispongas de tiempo libre. ¿Cómo lo consigue? Es un absoluto misterio, como su trama. Se titula ‘From’, está en HBO Max y, si te gustó ‘Perdidos’, es posible que también te atrape. Te dejo la breve reseña que publiqué sobre ella.

Y nada más por hoy. Ya sabes que, como siempre, estaré encantada de que continúes la conversación por email. Si lo prefieres, también puedes dejarme un “me gusta”, un comentario o decirme en redes sociales.

Puedes leer todas las cartas haciendo clic aquí.

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